November 30, 2009

Naturaleza Humana

Me encantan los días lluviosos, aunque hoy es una excepción. Ya son las 10 am y através de mi ventana, que de por si es un poco opaca, el exterior se mira muy obscuro, como si apenas fuera amaneciendo. Hoy los altos y verdes cerros de San Pedro Garza están cubiertos por una densa niebla.

Hoy he estado pensando que aunque me gusta mucho el rumbo dónde trabajo, no he llegado a sentir como un hogar esta ciudad dónde estoy viviendo... y es que a veces extraño mi casa, la cual por cierto fui a visitar el pasado fin de semana.

He encontrado algunos buenos amigos en este lugar aunque también he vivido malas experiencias. Por ejemplo, no he podido conocer algún arrendador que no trate de abusar con el precio de los inmuebles en renta ó de sacar ventaja de algún modo... De hecho tuve tan poca afinidad con uno de ellos (un viejito de unos 70 años) que en el último momento mejor opté por no ocupar la casa, en su coraje decidió no devolverme el depósito que de buena voluntad le habia sido dado. La persona que me renta actualmente me cae más o menos bien... aunque por las cosas que deja ver en sus conversaciones, pareciera que puedo esperarle también una trastada.

Algo que ahora sé a raíz de estas experiencias es que no puedo ya confiar ni en los venerables viejitos. Uno pensaría que cómo ya les quedan pocos años de vida son más sabios respecto a cómo conducirse en la vida, uno pensaría que cómo crecieron en otra época tienen mejores valores que nuestra generación, pero no siempre es así, lo cuál pensado en perspectiva es triste... es, cómo si la vida les hubiera pasado en blanco.